Menos del 50 % de los empleados que laboran principalmente de manera presencial considera que prácticas esenciales como innovación y colaboración funcionan adecuadamente.
Esa cifra refleja una desconexión entre la asistencia física y el fortalecimiento real de la dinámica laboral. El dato evidencia que obligar a regresar a la oficina no garantiza mejoras en productividad ni en cohesión.
Las compañías que impulsan esquemas rígidos corren el riesgo de generar resistencia y desgaste interno. La asistencia diaria sin propósito definido convierte el retorno en una imposición, no en una estrategia.
El reto está en articular una política que trascienda la presencia física y que coloque el acento en la manera en que equipos trabajan, aprenden y construyen valor colectivo.
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Diseño con intención
El regreso adquiere sentido cuando se acompaña de objetivos claros y prácticas alineadas con resultados tangibles. Programar encuentros presenciales con fines específicos, integrar momentos virtuales y presenciales de forma equilibrada y generar claridad en la comunicación favorece una cultura laboral sólida. La intención en la planeación permite que cada interacción tenga propósito, evitando reuniones innecesarias y fortaleciendo la confianza en la organización.
Impacto en el talento
Un retorno diseñado con visión centrada en las personas eleva la motivación y la permanencia. Empleados que comprenden cómo su presencia contribuye a la estrategia empresarial desarrollan mayor compromiso y se integran con más facilidad. El valor de la oficina reside en su capacidad para propiciar creatividad, acelerar procesos de decisión y reforzar vínculos profesionales.
Un dato adicional confirma la relevancia de este enfoque: más del 80 % de los trabajadores considera que un modelo híbrido bien estructurado les permite alcanzar mayor equilibrio entre vida personal y desempeño profesional.