El progreso de una nación no se construye solo en oficinas ni en capitales financieras. Se edifica también con manos que abren caminos, literalmente. En México, las y los camineros representan un eslabón indispensable en la cadena que une regiones, pueblos y sectores productivos. Su labor, muchas veces invisibilizada, sostiene no solo carreteras, sino también economías locales, conectividad social y acceso a derechos fundamentales.
Actualmente, más de 7 mil camineros forman parte de la estructura operativa del Gobierno federal, distribuidos en los 261 campamentos y 86 destacamentos de conservación de la Secretaría de Infraestructura, Comunicaciones y Transportes (SICT). Su trabajo permite el mantenimiento y operación de más de 40 mil kilómetros de carreteras federales libres de peaje, una tarea que requiere constancia, conocimiento técnico y un compromiso que supera lo administrativo.
Trabajo caminero, infraestructura y desarrollo social
El mantenimiento carretero no es solo un asunto de transporte. Es un factor clave para el abastecimiento de alimentos, medicamentos, acceso escolar y emergencias médicas. Por ello, reconocer la labor caminera es también una cuestión de justicia social. Sin estos trabajadores, comunidades enteras quedarían aisladas, con efectos graves en su bienestar y desarrollo.
Además, su conocimiento del territorio es inigualable. Ellos saben cuándo un tramo se debilita antes de que colapse, previenen accidentes y permiten que la inversión pública en infraestructura rinda frutos. La reciente conmemoración del Día de las y los Camineros, recordó que no hay desarrollo territorial sin mantenimiento constante, y que este no existe sin trabajadores comprometidos.
En 2024, la inversión en conservación carretera superó los 13 mil millones de pesos, un dato que confirma que el trabajo caminero no es accesorio: es estratégico.
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