La designación de Hugo López-Gatell como representante de México ante la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha generado una ola de reacciones tanto en el ámbito nacional como internacional. Aunque para algunos se trata de un reconocimiento a su trayectoria académica y profesional, para otros representa una decisión controvertida que reabre heridas aún frescas de la pandemia de COVID-19.
Hugo López-Gatell es médico cirujano egresado de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), con estudios de posgrado en Ciencias Médicas y un doctorado en Epidemiología por la Universidad Johns Hopkins. Su perfil técnico y su experiencia en salud pública fueron claves para su designación, según lo confirmó la presidenta Claudia Sheinbaum, quien aseguró que fue ella quien propuso su nombramiento.
Durante el sexenio anterior, López-Gatell ocupó el cargo de subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, desde donde lideró la estrategia nacional contra la pandemia. Su papel fue central en la toma de decisiones sanitarias, aunque muchas de ellas fueron objeto de intensos debates.
Entre las decisiones más cuestionadas de su gestión se encuentran la tardanza en recomendar el uso obligatorio de cubrebocas, la limitada aplicación de pruebas diagnósticas y el ritmo inicial de la campaña de vacunación. Estas acciones, según diversos expertos, contribuyeron a un manejo deficiente de la crisis sanitaria, lo que ha sido señalado por organizaciones como la Comisión COVID, que calificó su actuación como “negligente e irresponsable”.
Además, su figura se volvió polarizante en la opinión pública, especialmente por sus declaraciones y su cercanía con el entonces presidente Andrés Manuel López Obrador, a quien defendió incluso en momentos de alta tensión sanitaria.
Otro aspecto que ha generado controversia es la relación de López-Gatell con organismos internacionales y fundaciones extranjeras. Durante su gestión, se documentó que instituciones como The Bloomberg Family Foundation Inc. canalizaron recursos a centros de investigación mexicanos, como el Instituto Nacional de Salud Pública (INSP), con el que López-Gatell mantenía vínculos profesionales.
En 2020, el INSP firmó un contrato de donación por 1.7 millones de dólares con dicha fundación, recursos que fueron utilizados para respaldar políticas como el etiquetado frontal de alimentos y los impuestos a bebidas azucaradas. Aunque estas medidas fueron aplaudidas por algunos sectores, otros han advertido que este tipo de financiamiento podría representar un conflicto de interés, al influir en decisiones de política pública sin la debida transparencia.
Si bien su llegada a la OMS se presenta como un reconocimiento a su trayectoria académica y experiencia en salud pública, este nombramiento también reabre la discusión sobre las consecuencias de su gestión sanitaria y las relaciones institucionales y personales que marcaron su paso por el sector salud.
Hoy, el principal cuestionamiento es claro: ¿será Hugo López Gatell un representante imparcial de México ante la OMS, o su historial condicionará su desempeño en favor de intereses particulares?
Su papel como interlocutor del país ante uno de los organismos internacionales más relevantes en materia de salud pública quedará bajo observación, tanto de autoridades nacionales como de la comunidad médica internacional.
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